Libertad indecente

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Hace escasos días hemos sabido del nuevo varapalo que se ha llevado en los tribunales el gobierno de la Comunidad de Madrid. El motivo, el caso, ya archiconocido, de las casi tres mil viviendas públicas que en el año 2013 se malvendieron ilegal y muy sospechosamente.

Sí, aquellos 2.935 pisos de protección oficial que, a cambio de tres perras gordas, se pusieron a disposición de un fondo buitre, concretamente los “angelitos” de Goldman Sachs, mientras se dejaba desamparadas y abandonadas a su suerte a las miles de personas que tenían allí sus hogares, siendo entonces presidente el inmaculado y honradísimo Ignacio González, el delfinillo al que Esperanza Aguirre tanto apreciaba y quería, pero que le salió también rana. Se trata de un revés judicial, otro más, que no puedo más que aplaudir y celebrar y que debería aplaudir y celebrar, independientemente de su ideología, toda la gente de bien.

¿Puede haber mayor indignidad por parte de un poder público que la de dejar sin techo a cientos de familias, supuestamente para disminuir el déficit, con una operación más que dudosa en la que más de un listo debió llevarse una suculenta tajada? Tal vez sí, tal vez haya indignidades mayores, porque los caminos de la corrupción son casi infinitos, pero, desde luego, estoy casi seguro de que muy pocas superan a esta.

¿Se imaginan al gobierno de la Junta de Andalucía deshaciéndose de su parque de viviendas públicas y poniendo en la calle a los inquilinos que residen en ellas por unos cuantos milloncejos para controlar el desbalance de sus presupuestos como si no tuvieran un sinfín de mamandurrias en las que recortar? Pues eso fue lo que pasó en Madrid, aunque, por lo visto en las pasadas elecciones autonómicas, a la mayoría de los madrileños esta historia le importó un pimiento… Y lo más grave del asunto es que la administración de la comunidad capitalicia, ahora encabezada por Isabel Díaz Ayuso, sigue perseverando en el error, y continúa apelando, en lugar de rectificar y pedir perdón por tal ignominia.

He aquí una muestra más de las perversidades de ese sistema fiscal del que los populares tanto presumen y que reduce impuestos a los que más tienen al tiempo que detrae recursos que benefician a los más vulnerables para que les cuadren las cuentas.

Pues, por si hay quien todavía no ha caído en el detalle, son estos, los que defienden este tipo de política –esos mismos que no han tenido ningún reparo en cabalgar a lomos de la pandemia de la covid-19 para obtener el mayor rédito electoral posible, arriesgando incluso la salud de los ciudadanos– los que se llevaron el gato al agua el 4-M. ¡Qué libertad más indecente!

Punto y seguido.

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