Donald Trump hace trampas

La situación que se está viviendo en Estados Unidos tras lo sucedido en las elecciones presidenciales me ha traído a la memoria el recuerdo de una curiosa película dirigida en 1964 por John Frankenheimer y protagonizada, entre otros, por los míticos Kirk Douglas y Burt Lancaster, junto a la inigualable Ava Gardner. “Siete días de mayo”. ¿Por qué?, se preguntarán Lo explico.
Rayando en el género de la ciencia ficción, la cinta mencionada cuenta los entresijos de un imaginario golpe militar en los EE.UU. de América. Algo que parece casi imposible que haya podido y pueda acontecer en la que siempre se ha tenido y considerado como la primera democracia del mundo y, en muchos aspectos, un modelo a seguir.
En efecto, algo que parece imposible, pero, no obstante, es muy posible que sí se haya producido décadas atrás, si están en lo cierto algunas de las teorías que circulan como explicación al magnicidio del 22 de noviembre de 1963, el asesinato de John Fitzgerald Kennedy. Y es igual de posible que se pueda volver a producir a corto plazo, en un futuro más que inmediato, si Donald Trump se mantiene en sus treces y se niega a reconocer unos resultados electorales, los del pasado 3 de noviembre, que no son cuestionables.
Eso sí, aunque los resultados de dichas elecciones no son cuestionables, está claro que la democracia estadounidense –en particular su intrincado y complejo sistema electoral– sí que puede cuestionarse, porque no es, ni lo ha sido nunca, cómo nos la habían pintado. Y está claro también que el actual presidente en funciones es un tipo peligroso e irresponsable, tan antipatriota, en el fondo, como lo son en realidad todos esos patriotas de pacotilla repartidos por el mundo que usan y abusan del patriotismo.
Donald Trump hace trampas. Probablemente las hizo para llegar a la Casa Blanca y da la impresión de que está dispuesto a repetir para que no lo echen, si se lo permiten. Esperemos que durante las próximas semanas en las filas del Partido Republicano y en las instituciones claves del país impere la cordura y la lucidez –en el todavía presidente es casi impensable que esto ocurra– por el bien de los Estados Unidos y, lo que es más importante, por el bien de la Humanidad.
Punto y seguido.